domingo, 16 de septiembre de 2007

-Leyenda de los bichitos de luZ-







Las luciérnagas




Isondú fue el hombre más hermoso entre todos los guaraníes. El más alto, el más fuerte, el más hábil. Había que verlo disparando una flecha, remando en la canoa, bailando en las ceremonias de los payés (médico hechicero).

Cuando era chico, no había madre en su tevy (familia extensa de los guaraníes que configuraba una unidad social y ocupaba una única gran vivienda) que, al verlo reírse, no le hiciera una caricia y, cuando le llegó la hora del tembetá (amuleto guaraní que llevaban los hombres adultos. Consistía en un palito en forma de T que atravesaba el mentón) ya había muchas indiecitas que querían casarse con él. A todas les gustaban sus manos diestras, su mirada penetrante y su perfume a madera.

Junto con el amor que despertó en tantas muchachas, se despertó también la envidia de los hombres. Los que habían jugado con él sobre las hojas de palmera y más tarde en los claros o en el río ahora le tenían rabia. Por eso prepararon la emboscada.

A Isondú lo esperaron un atardecer. Temprano habían cavado el pozo en el camino y lo habían disimulado bien: ya se sabe que los guaraníes eran especialistas en cazar con trampas, y esta ya estaba lista. Después se sentaron a esperar, y a tomarse la chicha de maíz que habían llevado.
Isondú volvía de la aldea vecina, donde tenía parientes. Venía solo, pensando en una chica que había conocido allí, la única muchacha que estaba seguro de poder querer. Sin duda pronto se casaría con ella, ya se la imaginaba junto a él, con el cuerpo adornado con pinturas y una flor - la orquídea más hermosa que él pudiera encontrar - en su largo pelo negro. Contento y cansado iba por los caminos de la selva, espantándose los mosquitos de tanto en tanto. A él, tan grande y fuerte, se lo veía pqueño al lado de los árboles inmensos.

Cuando faltaba poco para llegar a su aldea, empezó a escuchar las risas y los gritos de sus enemigos. Pero no se inquietó, porque era joven, no le tenía miedo a nada y había sido siempre demasiado dichoso como para suponer que se acercaba la desgracia. Cuando escucharon sus pasos, los otros se quedaron callados. De pronto, Isondú tropezó entre unas lianas y cayó en el pozo.

Los otros salieron enseguida de sus escondites y empezaron a reírse y a burlarse de él:
- ¡Isondú! ¡Isondú! ¡Te cazamos como a un tapir!
- A ver, ¿de qué te sirve ahora ser tan valiente?
- ¡Isondú! ¡Ahí va un anzuelo para que muerdas! ¿O querés que llamemos a tu mamita para que te salve?
Y mientras tanto le tiraban palitos, frutos y unas bolitas de arcilla dura con las que cazaban ratones y los pájaros.
Isondú les gritaba:
- Pero, ¿qué hacen? ¿qué les pasa? ¿qué les hice yo, cobardes? - Y desde abajo les devolvía los proyectiles.
Uno de los agresores le contestó:
- Ya vas a ver si somos cobardes. - Y agarró su maza y le pegó a Isondú en un hombro, en la cabeza, en la espalda... Los demás se envalentonaron y entre insultos hicieron lo propio: el cuerpo de Isondú se fue llenando de cardenales y de sangre, y allí quedó, acallado, caído sobre un costado en el fondo del pozo.

En la selva era casi de noche. Los asesinos seguían en el borde de la trampa, paralizados por el miedo. De pronto vieron confusamente que Isondú se movía, que su cuerpo tomaba de a poco la forma de un insecto y que en el lugar de cada herida se encendía una lucecita. Isondú agitó sus alas y salió volando: ya estaba libre.

Un momento después centenares de Isondúes se dispersaban en la selva, debajo del techo que forman allí los árboles, los helechos y las lianas, iluminando intermitentemente la noche guaraní. Muchos de estos insectos traspusieron los ríos, dejaron atrás la selva y se perdieron en el campo. En la Argentina, algunos le siguen diciendo "isondúes", otros los llaman "bichos de luz, otros "tuquitos" y otros luciérnagas. En las noches más oscuras vuelan a nuestro alrededor, y, cuando creemos que se han ido, se encienden otra vez unos metros más allá, como estrellas terrenales.








........Besotesssss a todos, especialmente a vos Azul, si pasás por acá........Esta es la leyenda que elegí, para dar mi práctica en tercer grado.......Uyyyy, es el Martes......Después cuento como me fué........Abrazosssssssssss.........




Versión adaptada
(La que le conté a tercero "B", Turno tarde)
La leyenda del isondú

Había un luminoso indio guaraní que atraía admiración, odios y amores.
Se llamaba Isondú.
Era de esas personas que hacen que parezca fácil cazar bien, pescar aun mejor y gustarles a todos.
O a casi todos.
Porque Isondú llegaba y las jóvenes no buscaban excusas para acercarse. Simplemente venían a mirarlo, a conversar con él.
Y lo rodeaban los amigos. Siempre, donde estaba Isondú había acción y risas.
No era su intención, pero se destacaba de los demás. Como si tuviera una luz acompañándolo, dándole protagonismo.
Los que no se agrupaban junto a Isondú, los que no lo querían, empezaron a sentir que se perdían en su sombra.
Se quedaban mirándolo, en la oscuridad. Primero solos, impotentes. Después juntos, envalentonados, compartiendo envidia.
¿Cómo son los pensamientos en la oscuridad?
Son muy negros.
Isondú lo supo una noche, cuando cayó en una trampa para cazar animales y sus envidiosos enemigos se abalanzaron sobre él.
No se sabe con qué lo atacaron. Probablemente con mazas. Pero lo hicieron todos juntos, a la vez, por sorpresa.
Si no, nunca hubieran podido vencerlo.
Le hicieron muchas heridas. Algunos dicen que veintidós y que el cuerpo de Isondú murió.
Pero él era un indio de este mundo. Y de otros.
El hecho fue que sus heridas cambiaron de color. Se aclararon, se volvieron blancas y brillaron. Unas lucecitas con alas que se desprendieron del cuerpo tomando vuelo.
Se fueron agrupadas como pedacitos voladores de la Vía Láctea.
Se transformaron en luciérnagas. Antes no existían. El cuerpo mismo de Isondú se hizo volátil y se fue por ahí, con ellas.
Desde esa noche, entre los ríos Paraná y Uruguay, hay una zona donde es casi imposible que alguien se deje ganar por la oscuridad del camino. ¡Mucho menos que se pierda!
Un séquito de luces puede acompañarlo, unos destellos colarse en los más oscuros sentimientos.
Algo del indio Isondú, algo de luciérnaga repartido en vuelos, va a darle más fuerza.
Y esa es una versión del nacimiento de las luciérnagas. O isondúes, o tuquitos. O bichitos de luz.



Leyenda guaraní que cuentan el origen de los isondúes (o luciérnagas, o tucos, o bichitos de luz)


Fuente: http://www.educared.org.ar/imaginaria/biblioteca/?p=180
Leyendas Argentinas de Editorial Norma
Recopilación:
Graciela Repún

2 comentarios:

Azucena Argentina dijo...

Esa pagina es unun mimito para el ,alma,los sentimientos y lo sentidos
Es verbo,es amor en accion
Maria azucena

Anónimo dijo...

Hola, me topé con esta leyenda de casualidad y me encantó. Una pregunta: ¿Tú eres la autora de la adaptación?